Erasmo de Rótterdam, un humanista profundamente cristiano que llegó a ser uno de los personajes más influyentes de su época, principios del siglo XVI, escribió en su libro "Elogio a la Estulticia" (necedad, tontería): “cuándo alguien critica las costumbres de los hombres sin zaherir a nadie por su nombre, ¿es mordacidad o más bien enseñanza y consejo? No me critico yo mismo con pelos y señales”. Ante la crítica que vengo haciendo a los reconocimientos ciudadanos hacia la imagen de la virgen de Gracia, he tenido que echar mano de Erasmo, aparte de por su reconocida capacidad intelectual, porque era, como dije, un convencidísimo cristiano.
Cierto que el humanista holandés lo que pretendía era cambiar la religiosidad imperante, no eliminarla. Deseaba un cristianismo de adultos, interior, ligero de equipaje, de dogmas, de ceremonias y de reglas. Serrano no se mete en la religión. Quiere separar la vida de la ciudad y de todos los ciudadanos libres, de la vida de quienes se sienten muy religiosos. Serrano quiere que no se utilice la religión como arma arrojadiza contra quien no es creyente. Si el Pueblo no tiene capacidad para entender que unos pocos lo manejan a ritmo de tradición y religiosidad, allá el Pueblo.
La Constitución Española, de todos, los creyentes y los ateos, pretendió garantizar la libertad religiosa y de culto. No lo ha conseguido. A las normas legales se impone la tradición. Siempre he oído que la costumbre hace ley. En Carmona, esa fuerza de la tradición constantemente alimentada por los interesados en que no se pierda, (esos pocos que se cargan de prestigio social y mandan sobre los demás, aunque sea en asuntos celestiales), llenará las calles de tradición.
Mañana es el gran día. Este año, a los nueve días de fiestas patronales se le pone la guinda de la salida de la Virgen. Mañana una turba de fundamentalistas locales, los de aquí cambian el turbante por el "moñito"(no todos los que tienen moñito), se pelearán por llevar sobre sus hombros a la Patrona. ¿Por qué? Muchos no saben lo que les empujará, se dejan arrartar por la tredición. Otros puede que por el pellizco del recuerdo de quien ya no está y hacía lo mismo. La superstición. Las ganas de que la nueva novia admire la masculinidad de su “hombre”. La imitación compulsiva o ignorante. La coerción social de qué dirán. La fe. Cada uno tendrá sus razones para sudar en torno a la virgen. Y, atentos a todo lo que se mueve, unos pocos se frotaran las manos porque han conseguido que Carmona siga siendo Carmona, que no cambie.
No había ninguna posibilidad de que las calles quedaran desiertas. Por si acaso, la Hermandad que custodia la imagen de la Patrona, como si de Templarios con el Santo Grial se tratara, se ha dedicado a organizar por todo lo alto la Procesión e incluso ha “inspeccionado” que todos los inquilinos de las casas situadas en calles que componen el itinerario de la Procesión adornen "expontaneamente" el balcón para la ocasión irrepetible (hasta que a alguno se le ocurra que debe organizarse otra procesión).
El Alcalde se “salta” la Constitución, que dice: “ninguna confesión tendrá carácter estatal”, es decir, que, llevado al ámbito municipal, ninguna religión tendrá el monopolio del Ayuntamiento. Éste ha donado telas para los balcones y ha adornado enaltecido, ensalzado, engrandecido, alabado) las calles. El motor de la ciudad es la religión cristiana. El alcalde comunista se hace cómplice de unos pocos integristas, (integrismo no sólo como concepto religioso sino como movimiento conservador que quiere una sociedad inmóvil, carente de iniciativas populares que no se inicien en el núcleo de los poderes fácticos) para, entre todos, mantener la continuidad del status quo, que les favorece.
Marx aseveró que la religión era el opio del pueblo. Los marxistas de IU que nos gobiernan están haciendo uso de esa droga para inutilizar el potencial de cambio de nuestra población.
Visto así, la Procesión de mañana tiene su miga, ¿no?
